jueves, 12 de julio de 2012

PODER, AFECTOS Y VIOLENCIA MASCULINA


Muchas veces la línea divisoria entre los hombres que ejercen abuso o violencia psicológica de los que no lo ejercen es muy débil. ¿Por qué a los hombres nos cuesta tanto incorporar la igualdad de derechos y libertades, e incorporar los afectos en las relaciones de pareja? Afecto y poder se articulan en la dialéctica entre el autocontrol y el control con nuestras parejas. Nuestra represión emocional no es sólo una forma de autoviolencia, también impacta negativamente en nuestros vínculos como parejas.

Silenciar nuestros propios sentimientos y emociones, doblegarse a sí mismo, hace bisagra con el silenciar las quejas de la mujer, cuando nos negamos a conversar abiertamente, a discutir y dialogar, no afrontando los conflictos, a través de la defensividad y las actitudes de indiferencia.

En este distanciamiento emocional (falta de intimidad psicológica), el objetivo es mantener la posición de privilegio y el no ser cuestionados. Las creencias que sustentan estos comportamientos dicen relación con que los hombres nos ubicamos en el lugar de la Verdad, de la Objetividad; desde donde descalificamos con mucha frecuencia cualquier expresión de queja, molestia, dolor y rabia en la mujer; caracterizándolas de brujas, histéricas, menopáusicas, etc.

No sólo no soportamos lo que sentimos con la rabia y el dolor de las mujeres, sino que a la vez no queremos escuchar sus legítimas críticas por encontrarse en una relación inequitativa, donde nos beneficiamos de privilegios en lo doméstico, en la crianza, en el uso del tiempo libre, etc.

Es necesario que los hombres reparemos en cómo nuestro analfabetismo emocional se relaciona con el uso del poder en los vínculos. El slogan feminista "lo personal es político" adquiere total sentido para poder cambiar. No se trata sólo de 'apoyar' a las mujeres; es también mirarse y desarrollarse en los espacios íntimos, en el hogar y nuestra interioridad; en la receptividad, la espera y la ternura, en encaminarse hacia un nuevo ideal de género: el hombre sensible y empático; donde tenga lugar el sostener a otros y otras, para que se desarrollen según su propia libertad y su propio sentido de vida.

Atilio  Macchiavello  Rodríguez