domingo, 29 de agosto de 2010

ESCOMBROS EN LA INTERSUBJETIVIDAD / ESPERANZAS DE RECONSTRUCCIÓN-REPARACIÓN


Atilio Macchiavello Rodriguez - Alvaro Rojas Urrutia
Psicólogos. Julio, 2010.

Entre Abril y Junio del presente año realizamos desde UNICEF talleres para profesionales que trabajan directamente con la infancia y sus familias, en instituciones como JUNJI, JUNAEB, INTEGRA, MINEDUC, OPDs de SENAME. Estos talleres o intervenciones grupales que duraron una jornada cada uno, formaron parte de una segunda etapa de apoyo impulsada por UNICEF. La primera etapa fue la entrega de ayuda material: medicinas, comida e instalaciones de higiene a la población infantojuvenil de las zonas de mayor impacto de la catástrofe. Una segunda etapa, busco fortalecer los equipos profesionales encargados de brindar una primera acogida a familias damnificadas y por tanto, detectar indicadores de vulneración grave de derecho de la niñez en situación de catástrofe. 

A media que desarrollábamos estas intervenciones grupales y que balbuceábamos algunas ideas que hoy exponemos, e incluso ahora mismo, siguen las réplicas, el frío continúa atravesando paneles de mediaguas, muchas personas siguen viviendo de allegadas y todos, de una u otra forma, hemos visto en distinto grado modificados o tocado nuestras vidas. Otros, han visto como sus vidas y sus rutinas cotidianas cambiaron, han perdido sus fuentes de sustento, han visto postergados sus proyectos de vida, fueron empujadas a las puertas de la muerte y muchas sufrieron pérdidas de sus seres más cercanos. Dicho movimiento cultural, social, demográfico, geográfico, histórico y emocional no pasa en vano ni se olvida. Estamos sobrellevando los lugares en que nos instala una crisis colectica. La crisis de lo sabido. 

Siendo una crisis-desastre masiva, que marca un antes y un después colectivo y que por tanto enviste subjetivamente a la población nos habla de perdidas. Así, se nos hace presente la promoción de un proceso de duelo colectivo, para que no se imponga el olvido, se nos abre la posibilidad de participar activamente en la reparación-reconstrucción de nuestra realidad; ojalá colectivamente podamos hilar los elementos que anuden la contención que se derrumbo y fue barrida. 

La ola de voluntarios (de toda area, ámbito y disciplina) llego como un Tsunami para llenar la angustia colectiva, pero después dejó un vacío ante su retirada como las huellas que deja una ola en su retirada. Pasado el asistencialismo y la cobertura de las necesidades elementales cuya demanda se hizo evidente, ¿podemos reconocer nuestro dolor y participar de un proceso de duelo colectivo?, o quizás, podemos escogeremos el camino de la negación maníaca, ansiosa, de seguir sin mirar atrás?, esa negación del “¡Vamos Chile! ¡Se puede!”, “a dejar de llorar, vamos a actuar!”?. 

Hemos visto como el tejido colectivo se ve atravesado por el deber ser institucional, la fantasía y la reparación ideal. Así, protestar por necesidades históricas pareciera ser anti ético en con contexto post terremoto (Tráiganle un antropólogo a los ministros y alcaldes para que le traduzca esas inadecuadas demandas de los secundarios en este contexto, mientras ellos están en proceso de toma por sus demandas políticas). Parece que todo se permite, y todo se explica desde la falta que instala esta figura simbólica del terremoto. Desde la falta, controlamos. Desde la falta, movilizamos el deseo del otro, y nosotros, como agentes interventores envestidos por la institución publica, estamos en el circuito de la reparación del trauma y reconstrucción del tejido social. ¿Desde cuando que en Chile las ciencias sociales están en esta tarea?. Es sabido que cualquier situación traumática deja al descubierto las debilidades, conflictos o traumas anteriores, y sobre todo los traumas fundantes y constitucionales del ser colectivo que aquí nos agrupa. Nuestro país vive en una situación traumatizada, de negación de sus llagas. Los desastres tales como la exclusión, la negación del goce de los derechos y de la dignidad humana, emergió rápidamente tras la caída de los tejos, pero se tapo tan rápido como se pudo, con la emergencia de chivos expiatorios y propaganda mediática de logros parciales a nivel institucional. Su tejido interno, eso si, se ve olvidado como los y las desaparecidas del sur que oficialmente, dejaron de ser buscados y buscadas. 

Así, la catástrofe efectivamente no sólo dejan al descubierto la brecha, sino que golpean, resquebrajan y afectan más fuertemente a los ya antes afectados, conformándose en un trauma acumulativo. No estamos hablando sólo de la afección y lo traumático de los objetivamente medibles 3 minutos y medio del terremoto (considerando además que en algunas zonas, por ejemplo, un estudiante universitario en Cobquecura, cerca de 150 kilómetros al noroeste de Concepción y a 63 kilómetros al suroeste de Cauquenes, señaló que para el, sensación telúrica más intensa llegó a los 9 minutos e incluso, más). Estamos señalando la sumatoria las réplicas, el tsunami, el terremoto emocional de la desorientación, los rumores de “la turba”, el olvido mediático, el impacto de los saqueos, el toque de queda, las imágenes televisivas, los militares en las calles, el segundo terremoto, las alertas de tsunami, el apagón, las amenazas de declarar nuevas zonas de catástrofe, la propia historia de dramatización previa a la catástrofe, etc. Desde esta mirada, las pérdidas son múltiples, y la arquitectura representa la cara simbólica más visible, y es ahí dónde podemos observar las desorientaciones, las perdidas de referencias y la falta de estructuras y continentes. 

Se perdieron, se cayeron, o se semi - derrumbaron, o se tambalearon las referencias, las certezas, el paradero o el negocio de la esquina que nos ayudaba a orientarnos; sensación de desorientación que llevo a establecer banderas y marcas en las calles. La posibilidad de la re definición escénica de la realidad cultural de nuestro país está en juego, no sólo en las ciudades, sino que en nuestras estructuras psíquicas institucionales. Y ¿Qué es lo que se podría redefenir en la circulación de nuestras intersubjetividades? 

¿Recuerdan a una mujer quemando unos paneles de su mediagua por que la encontraba indigna? “. Sean agradecidos, hay gente que no tiene nada de nada y andan quemando mediaguas”, señalo alguna autoridad de alto rango al ser consultado por esa situación. El deber ser colectivo, como un grito moralista que contenga la emergencia del desborde social. El silencio agradecido con la lealtad patronal, y la respuesta obligada del Estado frente a esta hecatombe, apelo a su cuerpo asistencial de primer impacto, que contiene y mantiene a raya el caos, el desorden y la demanda diaria de justicia y bien estar. Nosotros/as, como actores psicosociales, trabajadores y trabajadoras sociales, psicólogos y psicólogas, profesores y profesoras, todos y todas, inundados por el tsunami simbólico de la demanda del otr@. ¿Cuál ha sido nuestro lugar frente a la demanda del otro antes del día 27 de febrero del año 2010?. Como instituciones públicas, debemos asistir a los damnificados más allá de lo damnificados que estemos como cuerpo profesional. Es nuestro apostolado. “Eso Estimados, siempre existirá!”. 

El caos y la caída de límites institucionales se hacen también necesarios para desbloquear y desnudar la realidad abusiva y normalizadora e institucionalizante de este deseo o vocación voraz de sometimiento del otr@. Los y las colegas de la VI región, nos contaban que durante la primera semana, se confundían entre los obreros sacando sacos de harina. “Éramos un solo cuerpo, pero que cumplíamos dos funciones: cargar la harina y luego, escuchar la demanda de quien no abe que hacer con eso, por que no tiene cocina”, señalo el grupo. 

MANOS A LA OBRA: ¿Dónde quedo la obra que tenemos que armar? 
Trabajando como dupla desde UNICEF para profesionales relacionadas con la Infancia (mujeres en un 97%), observamos de cerca y haciendo un zoom con nuestro lente el lugar que ocuparon las que están supuestamente llamadas a ser quienes asistan y contengan en la emergencia de esta catástrofe. Siempre apostando al grupo entendido como sujeto, donde se entrelazaba la subjetividad colectiva y por tanto, desplegaban nudos culturales que evidenciaban cual radiografía el día a día en las zonas de catástrofe, notamos que estaban en general bastante inundados inundados con la racionalidad y estructura teórica requerida, por cierto para contener, contenerse, explicar y explicarse lo ocurrido. Sin embargo, algo faltaba y emergía un fantasma que los corroe cuando llegan a sus hogares. Esa angustia, no se verbaliza. Solo se tranquiliza al vecino, al usuario, al consultor. Ellos, callados. Siguen cargando sacos. Estos cuerpos laborales, tienen la no difícil tarea de detectar vulneraciones graves de derecho. Otro deber ser instalado desde afuera, cierto?. Ahí el discurso UNICEF, el discurso del padre castigador que, de no ser alcanzado, activa la culpa. Ellos, los y las obreros/as psicosociales, están damnificados en todas las dimensiones subjetivas y objetivas imaginables. Estos equipos, dañados, cansados, que no han parado de trabajar a la fecha, que escuchan relatos de niños, niñas, padres, familias, que están atendiendo en mediaguas o haciendo clases en comisarias, encontraron en estos dispositivos un espacio de contención para sí mismos. Ellas y ellos, surgieron como sujeto grupal, descomprimiéndose emocionalmente, encontrándose íntimamente, expresándose corporalmente, metabolizaron y elaboraron, reconociéndose y conteniéndose en un cuerpo grupal. Surgen como sujeto, cuando se reconocen en su condición de victimas, y el dispositivo permite detectar(se) en ese lugar. Lloran, se enojan, increpan las demandas institucionales. Reflotan demandas y reivindicaciones históricas. Ellos y ellas que deben entender la niñez como sujetos de derecho, se ven a si mismos como sujetos vulnerados y demandan lo que les falta. 

Re-apariciones y Reparaciones 
La victimización no está de moda, pero a diario re aparecen elementos no verbalizados, los cuales con el paso del tiempo parece más tolerable la convivencia en contexto de catástrofe. El control social intersubjetivo funciona mecánicamente en su reproducción con diversas tácticas de rigidización y negación, y desde las instituciones más pequeñas, se instala el normalizar y silenciar el lugar del otro damnificado, otro que siempre es primero un aspecto propio. Circula reiteradamente en los grupos el mandanto y la defensa de regresar a la “normalidad”, es decir, a un antes; siendo este “antes” un estado de control y manejo moldeado a las demandas del Otro. Señalan: “volver a la tranquilidad”, “y entender lo ocurrido”. Fueron momentos de fuerte ansiedad en torno a la significación como víctimas, ya que no se visibilizaban como tales. Recordemos que estas personas trabajan directamente con familias que perdieron sus casas por derrumbe o porque se las llevó el mar. Señalan que aún faltan cosas por decir y que el terremoto “los dió vuelta a todos”. De lo anterior, se develan estados de desestabilización afectiva, temores, terrores, inseguridades. “No queremos que el mar se quede callado”, señala un grupo, comentando luego que antes amaban el mar, y ahora sienten hacia él una extraña mezcla de miedo y rabia, y fantasías de que éste desaparezca. 

El vacío del silencio, amenaza con la desintegración total de lo poco que queda. Se plantean una fuerte sensación de desprotección institucional dado que, por ejemplo, existen compañeras damnificadas a las cuales se les pide trabajar en las mismas condiciones que antes. “No he tenido tiempo para pensar”. 

Se perciben inexistentes como sujetas, han quedado borradas, así como la costa por la(s) ola(s) que llegaron durante la madrugada. “Nadie te pregunta que pasa (…) habían otros sentimientos que era mejor callar”. Se observan importantes niveles de desmotivación, cansancio y miedo frente a lo ocurrido, así como la percepción de abandono institucional. Estas mismas preguntas, se las formulan “los usuarios de la red pública”, a quienes ellas y ellos deben asistir. En cada intervención, el grupo desata y descomprime la angustia que los atraviesa, se reconocen como víctimas sobrevivientes y empiezan a ver (se) el padecimiento como algo existente también, algo que no se puede subsanar en lo inmediato. Se despliega el tejido subjetivo: miedos; angustias; pérdidas; escisiones grupales; cansancio; negación; rabias por contener; rabias por la utilización, exigencia y no escucha institucional; y a la vez, encuentro, expresión, contención, espejamientos, elaboración personal y colectiva del trauma. Dando los primeros pasos desde el abandono del trauma hacia la cultura que acoge, desde la oscuridad a la luz, desde la vergüenza o el desprecio hacia la aceptación y validación de las heridas del trauma. Encuentro humano y no sólo recepción pasiva de líneamientos técnicos plasmados en Santiago. 

¿A qué le teme el saber, a qué le teme el poder sobre? Los grupos se siguen descomprimiendo, y nuestra labor es facilitar, sembrar la duda, mostrar posibles evasiones. Las emociones van y vienen en estas elaboraciones, la rabia se vuelve protagonista, se abren demandas históricas de reivindicación laboral de profesionales psicosociales del sistema público, algunas voces intentan acallar esta demanda, pero el grupo exige hablar “de una vez por todas, las cosas como son”, “si antes estábamos mal, ahora estamos peor. Nos piden los mismos resultados, y ni computadores tenemos”, habla el grupo. Se le teme a la elaboración grupal, a su proceso mantenido en el tiempo, y a la coherencia de su potencia. 

La cultura de la escucha: siendo sujet@s de nuestras emociones derrumbadas
Un grupo de educadoras sentadas en círculo, abrimos e invitamos a la palabra y les pedimos que nos hablen de sus expectativas para este taller. Desde nuestra propia subjetividad nos abrimos paso a través de la escucha de la voz y de el cuerpo grupal, y no sólo a la palabra sino que a la expresión; para que el trauma colectivo no quede en el abandono, en el olvido o en la vergüenza. Vamos escuchando y apuntando un relato que nos hace resonancia y lo vamos hilando como un discurso grupal de manera de devolver esa consonancia al grupo. 

A continuación uno de los textos de emergentes que se le devolvió al grupo después de hablar de sus expectativas al incio del taller: 

“Desde lo humano, …, yo creo que estoy bien, pero no sé, si uno puede dañar más que contener y se me caen las lágrimas, y quiero ver en qué condición estoy Yo, … eso ..., poder contar, contener a mi propia familia, a mi equipo, pero lo principal es ver lo que me pasa a mí, reconstruirse uno, poder elaborar; a mí en lo personal me faltaba llegar a mi hijo y a los niños, ....., bastante afectados, y quiero saber si lo que me pasa a mí es normal o no, ¿Me convencí o no? …., perder la sensibilidad, no quiero perderlos. Vivimos todo esto, estamos insertos, los jardines cerrados, los tiempos son distintos para todos, y yo estoy ahí y necesito saber como enfrentar eso; y darle tiempo, poder hacer una pausa para saber cómo estamos y mirar físicamente que me siento muy cansada. Necesito entender las actitudes, el dolor, el sufrimiento, y que no lo vivenciamos. Sensación de contención constante, ¿Digo lo que siento o una mentira? …......., descansar, fue muy fuerte el atracón de contenciones, es la vez en que he tenido más miedo en mi vida, y quiero seguir estando bien YO, ¿Cómo me siento ahora? No las permití, …...., mis emociones, no se me puede olvidar, me inquieta seguir p' adelante y no permitir cosas en mí, ni escuchar a otros, y después pasa la cuenta. Detener las ganas de ayudar, nos olvidamos y ¿se nos obliga? ….., a ser superhéroes, ¿Contener por todos lados? Todos los días, ….., poder darme un espacio para mí, …., para elaborar este trauma. Nos olvidamos, nos perdemos, lo humano, el corazón, no haber llorado lo catastrófico, vuelvo a recordar y me vuelvo a emocionar, y se vuelven a parar en la tarea, ¿Me cuestione? …........, Y se me van a volver a abrir las cosas, me preocupa estar bien, ¡Quién llega primero!, caballitos de la meta, …, me reflejó la Paty, el olvido de que somos muy importantes y yo no he elaborado lo que me sucedió, y me estoy apagando en el cumplir para otros, y eso me duele, y aparentamos estar bien, y eso me da miedo, que descubra cosas que no he descubierto en la escucha diaria. ….Me gustaría irme con elementos nuevos e irme bien, poder volcar una válvula de escape, …. y pasaron años con la herida adentro, …, ¡y me siento fuerte sin temores! …, pero quiero identificar cómo me siento, porque personalmente uno también tiene crisis, porque yo reconozco que tengo habilidades, pero hay características distintas, y yo lo viví distinto, no hubo tiempo para ponerse a llorar y pensar en mí, en nosotras, y me sentí identificada en la tarea y de ahí no hemos parado. Estamos muy cansadas, nos enojamos, ¿Y uno solamente puede escuchar o ayudar? ¿Y quién me contiene a mí? Muy cargada de pena , de dolor. ….., entender el significado positivo de porqué estamos aquí. 

Los grupos elaboraron alrededor de sí es bueno abordar los aspectos afectivos emocionales o si sería mejor olvidarlos y superarlos. El “terremoto mentiroso” surgió como emergente simbólico haciendo referencia a que muchas de las fachadas de las viviendas se veían intacatas pero por dentro estaban en condiciones muy precarias, igual que las personas sometidas al mandato cultural de la obligación al silencio de lo traumático. En un contexto cultural exitista, el individualismo y la exclusión del libre mercado también se introyecta a la subjetividad, desde donde se escinden y se marginan los propios aspectos dolorosos de un trauma. 

Esta obligación al silencio también circula en la intersubjetividad institucional, y en la percepción interna proyectada en la mirada de desaprobación del otro/a del espacio laboral, que se vuelve un regulador o controlador social para mantenerse centrado en los logros, las metas y sostener una estructura patriarcal que parece que ninguna catástrofe por sí misma es capaz de eliminar; somos los sobrevivientes, los que podemos abrir fisuras, valorar los duelos, y desde el dolor personal y colectivo, vislumbrar la reconstrucción de otros sentidos. Pero cuando la negación y la exigencia priman: “ya pasó, …, tú no eres capaz de estar aquí”, haciendo referencia al espacio laboral; cuando la cultura no invita a la palabra y bloquea la simbolización, es decir, cuando la cultura obliga al silencio de lo traumático, y esta obligación está invisibilizada, naturalizada, o sea negada. Estamos hablando del triunfo de los aspectos culturales que desprecian lo traumático, y que se encubren en el éxito de un sistema de libre mercado desregulado, donde se cree que el dinero es capaz de remediarlo todo. 

Cuidado, no pasar: Zona de derrumbe. 
En la aspiración de crear y fomentar espacios grupales donde tejer vínculos desde las fisuras, los derrumbes, las pérdidas, desde nuestras fragilidad humana. Aprovechamos esta oportunidad díficil para promover una cultura del apoyo afectivo, una solidaridad que vaya más allá de la caridad asistencialista, la cual que fomenta la pasividad, la dependencia y la mantención de los síntomas en el largo plazo, pero además cumple eficientemente con su intención de perjudicar la dignidad y los derechos humanos. 

Es en esta aspiración, que el espacio grupal, el Encuentro con otr@, la búsqueda de la descompresión emocional de lo traumático, de su expresión a través de diversas maneras, y de abrir la posibilidad a que se inicie un proceso de elaboración profunda, que prometa una esperanza en las formas de vincularnos, de tejer juntos espacios circulares y tribales, de conciencia de colectividad y no sólo conciencia individual. 

La cultura solidaria de los superhéroes de la caridad que estiran su mano o su pala de manera vertical, pero que no escuchan al silenciar las legítimas demandas del dolor, sean los fármacos que adaptan al desajustado y rebelde síntoma, sean las nuevas metas para los no nuevos equipos profesionales; no son más que la respuesta oficial institucionalizada que dice: “Yo soy quien nombra tu necesidad”, el país se seguirá 'reconstruyendo' sin tu participación”. No da para 'trincheras', sólo para seguir buscando lugares de encuentro subjetivo de un pueblo cuyo mito fundacional persiste en el enclave “en la medida de lo posible”, para evitar todo riesgo de derrumbe del orden establecido, el control social y un patriarcado piramidal, injusto y excluyente. 

Y esas que están recogiendo escombros, intentando reparar los daños, lo seguirán haciendo a merced de su propia integridad, lidiando en la tensión entre las demandas tecnocráticas y asistencialistas de corto plazo, y el dolor semiadormecido a las puertas de una promesa de inclusión en como ciudadano consumidor y consumido. Las instituciones patriarcales temerosas de los procesos sociales, prefieren los números y la cobertura mentirosa. Esas trabajadoras con sus cuerpos cansados y rostros insomnes, seguirán levantándose todos los días para llegar a lo que quedó de sus oficinas o a nuevas dependencias. Nos queda la interrogante, de si el alivio que experimentaron en estos grupos podrán seguir autogenerándolo, para que dejen de sentirse secuestradas en sus lugares de trabajo, replicando el discurso institucional, la solicitud de fichas por llenar y diagnósticos de estrés post traumático al por mayor. Para que a través de espacios, grupos y procesos elaboren los traumas y se posicionen como sujet@s sociales protagonistas.