Se sigue conceptualizando que la violencia contra la mujer en la pareja es sólo violencia física y verbal. Con esto se hace un recorte que deja fuera, sin nombrar y distinguir (quedan ocultos e invisibles) los otros mecanismos o tácticas de violencia psicológica, de control e intentos de subordinación del hombre con la mujer.
Esta falta de compresión da como resultado, entre otras cosas, simplismos como el usar el descalificativo Maricón. Como etiqueta devaluativa, menospreciativa, que denosta y rebaja justamente a lo que se parece a una mujer, a lo que no es 'hombre', sino que un afeminado u homosexual, o en el mejor de los casos un cobarde.
¿De dónde viene la idea que para que los hombres dejen de ejercer comportamientos maltratadores hay que maltratarlos? De la idea de fondo que la violencia se combate con violencia, o más específicamente a través del control, de la vergüenza y la culpa.
Apelar a que los hombres no nos queramos parecer o ser vistos como unos mariposones o niñitas, es apelar en los hombres a que se identifiquen con un Modelo de Masculinidad Hgemónica Tradicional. Es este mismo modelo el que esta a la base de la violencia -inequidad, control y dominio- con las mujeres.
¿Será que el Modelo Masculino Tradicional Hegemónico no quiere ser visto, que se levanta y apunta con el dedo de la reprobación y el juicio sus mismos comportamientos de violencia, cosa de hacerse el desentendido y liberarse de un examen crítico?
Los comportamientos violentos hacia las mujeres por parte de los hombres no son ajenos a estas identidades amparadas en este prototipo de masculinidad única y conservadora. Esta tautología ciega y cerrada nace posiblemente del temor a abordar la temática en profundidad, temor a cuestionar las identidades masculinas, temor a abordar seriamente los beneficios de esta posición de privilegios. Sobre este temor se constelan mecanismos disuasivos a través del control social, la condena y la exclusión.
Un hombre obrero que atiendo por ejercer violencia a su pareja durante más de 10 años, que está en proceso cambio, fue tratado como maricón por sus compañeros de trabajo cuando éste les contó su problema, con risas, burlas, le decían: ¡Huuuiii! el maricón, luego se reían, y lo escuchaban dentro de un contexto se supone de conversación un poco más íntima que las típicas conversaciones entre hombres.
Me parece que con este insulto peyorativo desde el Modelo Masculino Tradicional Hegemónico, sólo se logra polarizar la visión de los hombres que ejercen violencia, promoviendo que muchos hombres que sí ejercen violencia se disocien, no se reconozcan a sí mismos como ejercedores de comportamientos violentos hacia la mujer, se excluyan y excluyan a otros. Es decir, se aleja a que más hombres se puedan mirar y autoobservar. Desde un juicio de valor se busca censurar un comportamiento, pero ese comportamiento en sus dimensiones psicológicas no desaparece, sino que sólo pasa a la clandestinidad de los comportamientos no visibles, no nombrados y no observados, y menos autoobservados.
En este sentido aleja a muchos hombres de reconocerse comportándose violentamente, los impulsa incosncientemente a escindir sus propios aspectos femeninos, promueve un vínculo entre hombres desde la exclusión y no desde el apoyo, desalienta las ganas de abrirse y pedir ayuda por la propia violencia.
HOMBRES, que aprendieron comportamientos de violencia, que los reproducen cada vez que ven que la violencia (en todas sus formas) es un recurso validado por la cultura patriarcal.