sábado, 24 de septiembre de 2016

Sandor Ferenczi

Los traumas bajo la perspectiva de Sandor Ferenczi son producto de acontecimientos y circunstancias externas reales. A diferencia de Freud que considera el Complejo de Edipo poniendo énfasis en el mundo interno de la niña o el niño (en su fantasía, en sus deseos incestuosos hacia su madre-padre); Ferenczi considera el Complejo de Edipo de otra manera, señalando que el trauma psicosexual en el desarrollo del niñ@ tiene una génesis en el mundo externo, es decir está basado más en la realidad, no en la fantasía a diferencia de Freud.

Para Ferenczi los niños y niñas  eran efectivamente abusados, maltratados, seducidos, usados con crueldad, siendo víctimas de una gama de formas-manifestaciones de fallas en la empatía de los adultos, siendo víctimas muchas veces de francos sadismos de parte del mundo adulto. El mundo de los adultos falla en su capacidad de procurar cuidados, en el apoyo, en la entrega de ternura; confunde el lenguaje de la ternura con una demanda de sexualidad, erotizando o seduciendo al niño/a; por lo tanto, violentando al niño o niña. Freud en cambio puso el énfasis en los deseos sexuales de niños/as, siendo ellos quienes deseaban a su madre padre sexualmente. Con esto Freud hizo un gran daño histórico, diría yo, en términos de no ver, ocultar, invisibilizar los abusos sexuales que viven sobre todo las niñas de manera tan frecuente en los espacios domésticos e íntimos en su desarrollo. Si bien contribuye a hablar de la sexualidad infantil, considerando que esto es un aporte, y abre una temática tabú en una época victoriana, lo cual es de un tremendo aporte aporte histórico, al sacar del tabú la sexualidad y como judío enfrentarse y cuestionar al mismo Jehová y la tradición judeocristiana que asoció durante siglos a la corporalidad y la sexualidad con lo diabólico, postergando las investigaciones en estos terrenos y adjudicando un menor valor a la sexualidad, a la corporalidad y a las mujeres. Así que si bien a Freud se le debe el rescate del sexualidad y los procesos psicocorporales, no se puede decir lo mismo de él con respecto a las mujeres, siendo el un ejemplo de sexismo y patriarcado.

Algunos autores plantean que el Complejo de Edipo de Freud es producto de su autoanálisis y autoexploraciones en su propia biografía y subjetividad; y que i él hubiera ido más profundo en su propio autoanálisis, habría descubierto que no era sólo él el de los deseos incestuosos hacia su madre, ni era sólo él el que habría intentado-fantaseado con ocupar el lugar de su padre -rivalizando con su padre-; sino que estas tendencias en él, tuvieron su matriz en su familia, en el trato que le dieron su madre y su padre, quienes lo pusieron en una posición de privilegio en la familia y respecto a sus hermanas, en un lugar de autoridad, de mimos, con pieza propia, con el privilegio de estudiar, con la expectativa de ayudar a la familia a proyectarse más allá y salir de su precaria economía, proyectando en el deseos, erotismos, catexias, y la salida de vacíos, nudos, frustraciones de la familia y posiblemente también de la pareja de su madre y padre, de tensiones no expresadas en esa diada.

Freud fue víctima de esta falla en la empatía, de esta especie de no verlo a él, sino que utilizarlo, el Complejo de Edipo sería en parte una consecuencia, un daño de esta dinámica familiar. Freud se culpó a sí mismo, borró de sí la percepción de su realidad familiar, de su verdad perceptiva, para así mantenerse leal y fiel a sus padres, conservando la imagen de ellos, no pudiendo cuestionar la autoridad de ellos, para no vivir la ruptura del vínculo, la sensación de abandono, el dolor al ver la situación y la injusticia de la situación. Así queda fijado en el mandato de convertirse en una persona importante, de ser el patriarca, obstaculizado para la mutualidad, lo que le traería la constante rivalización sin ser capaz de reconocerlo y asumirlo como algo propio, al proyectar la rivalidad en sus discípulos, al mostrar un marcada intolerancia y severidad con quien osara contradecirlo, quedando así imposibilitado para aceptar críticas y las transferencias negativas en los análisis y en los vínculos más estrechos. Es en este punto donde muere su autoanálisis y mueren sus análisis, donde se detuvo su capacidad de pensar a su madre, su padre y pensarse a sí mismo. Freud no pudo acceder a cuestionar el Patriarcado. Ferenczi sí cuestiona el Patriarcado, el adultocentrismo del Patriarcado, así como lo evidencia también su postura y compromiso clínico y político lo mostró con personas de la diversidad sexual, siendo más empático y encarnando muchas veces en su quehacer la ternura, el maternaje y la mutualidad.

La aspiración clínica de Ferenczi no es a la identificación con una figura materna ideal-idealizada, perfecta en empatía, que estaría siempre a disposición, en una entrega de amor omnipotente. Esta última imagen más bien sería un prototipo-estereotipo de madre ideal para el contexto del patriarcado, siendo una imagen de madre sumisa, oprimida-explotada, que se posterga, se sacrifica en el amor ajeno, y es fácilmente abusada y victimizada. Para Ferenzci, la aspiración de una psotura existencia-clínica, se relaciona con un adulto/a empático/a, pero que en su condición humana inevitablemente va a cometer fallas empáticas, ante las cuales será capaz de hacerse un autocuestionamiento honesto, un reconocerse en un error, estando constantemente abierto a mirarse a sí mismo, a explorar sus auténticos estados -contratransferenciales- y estar abierto a escuchar, considerar y aceptar como reales las transferencias negativas que sus pacientes le transmitan, como problemas y fallas reales que es necesario mirar y procesar.

Ferenczi va a plantear entonces que el analista buscara alentar a sus pacientes a que le expresen sus transferencias negativas, crear ese clima propicio y no autoritario, de apertura, relajación y confianza. El ideal entonces no es la perfección empática, sino que el Reconocimiento de la falla empática, es en ese reconocimiento donde se progresa en la cura reparatoria; es ahí donde se puede creer en el aspecto real del trauma, cuando considera las somatizaciones, las diferentes expresiones histéricas como expresiones reales de sufrimiento de lo traumático, que la persona puede estar reexperimentando, vivenciando, regresionando y siendo en ese momento el niño/la niña herida. Este creer o escucha que acepta como real, que e conmueve con el dolor real, de una situación real que sucedió en el mundo externo, es la cura contra la desmentida de antaño, contra la falta de apoyo experimentada en la temprana edad; ese reconocimiento-cura la negación original que se hizo de la falla, la falta de solidaridad con la víctima, el que se la haya culpado del maltrato sufrido, el que se le haya minimizado la importancia de los tratos malos, de los daños y dolores vividos, es la cura contra los discursos justificatorios de los abusos y contra los discursos que han mistificado la violencia y la hicieron parecer algo razonable o necesario. El Reconocimiento-Cura es ante todo una actitud existencial con fuertes componentes emocionales, que se expresan en ideas, palabras, actos del terapeuta, que permitan la progresiva integración de las partes escindidas en los procesos traumáticos, el alivio de los dolores y daños, la recuperación de capacidades que quedaron coaguladas en el desarrollo.