“El gran reto de la
medicina, en este siglo, es seguir
mejorando nuestro
conocimiento acerca del impacto
negativo del estrés
crónico sobre los sistemas nervioso,
endocrino, e
inmune, con el propósito de implementar
programas preventivos
de intervención biopsicosocial”.
Manolete S. Moscoso
Desde
la psiconeuroinmunoendocrinología se ha evidenciado que no existe una real
división entre la mente y el cuerpo, debido a las interconexiones
científicamente establecidas entre el cerebro, sistema nervioso, el sistema
endocrinológico y el sistema inmunológico.
Nuestra forma de pensar,
creencias y sentimientos son actividad bioquímica en las células nerviosas de
nuestro cerebro, la cual se expresa dentro de los sistemas endocrinológico y sistema
inmune determinando el estado de salud actual del individuo. Al modificar
nuestros pensamientos y estados estamos modificando nuestra biología. La mente,
el sistema nervioso, el sistema endocrino, y el sistema inmune interactúan en
el ser humano, se comunican mutuamente y de manera permanente.
Es importante
diferenciar entre los estresores y las respuestas al estrés. La respuesta
fisiológica a las situaciones estresoras fue estudiada por Walter Cannon en
1915 con animales en situación de laboratorio donde se los exponía a una
situación de amenaza o presión extrema. Esta respuesta fisiológica fue nombrada
como Lucha o Huida (Fight or Flight
= lucha o vuelo). Según Cannon la respuesta fisiológica del estrés nos permite
reaccionar ante una situación de emergencia con nuestro potencial físico,
superar el peligro, y lograr un proceso de adaptación al entorno y a las
circunstancias que nos rodean (“Cambios Corporales en Situaciones de Dolor,
Hambre, Temor y Rabia” y “La Sabiduría del Cuerpo”, 1915 y 1932).
En 1936 Hans Selye
respecto al estrés describe el Síndrome de Adaptación General como una
respuesta fisiológica en 3 fases:
Reacción de Alarma: donde las glándulas adrenales producen
adrenalina y cortisol con el propósito de restaurar la homeostasis.
Resistencia: en la cual la adaptación del organismo llega a un
estado óptimo. Si el estresor persiste se inicia una tercera fase:
Agotamiento: en la que el organismo abandona el proceso de
adaptación y culmina en la enfermedad o muerte.
Estos estudios fueron llevados a
cabo con animales, sin embargo hoy día los estudios científicos de la
neuroendocrinología y de la psicoinmunología realizados con humanos, han
permitido observar la respuesta fisiológica del estrés y sus consecuencias en
la salud de los individuos (Steinman, 2004). Conocer en detalle los circuitos
involucrados y multidireccionales entre el cerebro (la mente), la neurología,
la endocrinología y la inmunología.
La palabra estrés proviene de
latín stringere (apretar) y en inglés significa ‘fatiga de material’. Desde el
sistema nervioso y muscular sabemos que los músculos se aprietan y
contracturan, y de persistir la situación estresora o el estado fisiológico de
estrés se llegaría a contracturas crónicas y a estados de agotamiento. Otra
distinción importante es el estrés positivo o Eutrés, que es la respuesta
fisiológica donde nos activamos para actuar, resolver y superar situaciones en
pos de la adaptación y la supervivencia; versus el estrés negativo, denominado
Distrés (Moscoso, McCreary, Goldenfarb, Knapp&Rohr, 1999), o estrés
crónico, donde la persona sigue activada, en alerta y resistencia pese a que ya
ha pasado la situación estresora que demandaba tal reacción, es decir la
respuesta fisiológica se vuelve inadecuada.
Sin embargo, la respuesta
fisiológica es sólo una parte, y las investigaciones científicas demuestran la
existencia de múltiples factores: ambientales, culturales, estrato social, de
sexo, actitudinales, y rasgos de personalidad, etc. que cumplen un rol mediador
y modulador en la respuesta fisiológica del estrés (Goldstein & Eisenhofer,
2000). Lazarus y Folkman (1984) hablan del estrés psicológico, que puede ser
ocasionado por estresores externos o internos y que está sujeto a una
evaluación cognitiva, el cual toma en consideración como elemento importante la
percepción por parte del individuo. Estos autores hablan del Appraisal como la
interacción entre una amenaza externa, la evaluación cognitiva de esa amenaza
(appraisal primario), y los recursos personales percibidos para enfrentar tal
amenaza (appraisal secundario). El estrés vivenciado varia en los sujetos según
la percepción y valoración externa de la situación y la autopercepción y
autovaloración de los propios recursos.
También debemos considerar la
respuesta emocional del estrés, que son las derivadas de la emoción básica del
miedo (preocupación, ansiedad, angustia, parálisis, pánico, etc.) y las de la
emoción básica de la rabia (irritación, ira, cólera, etc.), o bien de la
tristeza, desgano, estados de desesperanza, etc. Estas respuestas emocionales
pueden ser transitorias, o bien transformarse en estados más estables, las
emociones pueden ser bloqueadas y reprimidas (somatizadas), o expresadas con
descontrol y desregulación emocional y expresiva, o bien expresadas de manera
regulada y adaptativa. El distrés emocional mal gestionado por
represión/bloqueo/negación o impulsividad/desregulación puede generar una serie
de trastornos emocionales y del comportamiento, como trastornos de ansiedad, de
depresión, del ánimo, duelos patológicos, trastornos fóbicos, trastornos de
estrés post traumático, violencia, impulsividad, etc. Algunas de los estresores
más estudiados han sido situaciones de divorcio, encarcelamiento, exámenes
académicos, perdida de seres queridos, cuidado permanente de familiares con
discapacidad física o enfermedad, diagnóstico de enfermedades terminales,
dificultades financieras (Spielberger & Moscoso, 1996; Moscoso, 1995;
Martin & Dean, 1993).
Los últimos estudios de
psiconeuroinmunoendocrinalogía detallan la respuesta fisiológica del sistema
nervioso, sistema endocrino y sistema inmune, a continuación se muestra esquema
de qué se activa en estos 3 sistemas como efectos directos del estrés crónico:
Entonces el estrés cuando es
agudo y acotado ante una situación es
positivo, de naturaleza protectora y adaptativa;
y genera un ambiente químico que es propicio para reaccionar. Pero cuando el
estrés se hace crónico, estas mismas sustancias se vuelven tóxicas para el
organismo y la salud.
Respecto a los efectos indirectos
cobra especial importancia la llamada Respuesta Comportamental, que se refiere
cómo el sujeto responde con conductas ante el estrés, como por ejemplo con
consumo de tabaco, excesivo consumo de alcohol o cafeína, o bien realizando
ejercicios de relajación, descanso y durmiendo lo suficiente después de un
evento estresante.
La nueva visión del estrés pone
un acento fundamental en la Respuesta Comportamental, es decir, en el estilo de
vida, o sea, una opción saludable y de
autocuidado en pos del propio bienestar (salud integral). Estilo de vida que favorece la reducción del estrés y
que busca lograr un buen nivel de calidad de vida, a través de: tener
buen soporte social y redes primarias de apoyo; cultivar las relaciones
afectivas y sanas y una expresión adecuada de emociones; contar con espacios de
recreación; tener una nutrición balanceada; hacer ejercicios físicos moderados;
practicar relajación, meditación,
flexibilidad corporal; dormir bien a través de una adecuada higiene del sueño,
contar con espacios diarios de descanso, tener tiempos de recreación; poseer
motivación vital a través de la fe, la trascendencia, principios o valores;
cuidar de la propia salud a través de chequeos médicos y dentales; poner
énfasis en el consumo moderado de alcohol y la eliminación del consumo de
tabaco.
El
estrés negativo, distrés o estrés crónico se mantiene cuando asumimos un estilo
de vida que contribuye a experimentar un mayor nivel de estrés y desarrollar un
patrón conductual caracterizado por reacciones emocionales desreguladas, consumo
de tabaco, excesivo consumo de alcohol, excesivo consumo de calorías y grasas
saturadas, falta de entrenamiento físico, largas horas de trabajo, aislamiento
social y emocional, falta de actividades relacionadas con la relajación y
descanso corporal. Esta documentado por la evidencia científica que el estrés
crónico genera un desbalance bioquímico que resulta en alteraciones
inmunosupresoras que conducen al desarrollo de enfermedades inflamatorias,
fatiga causada por el agotamiento de las glándulas suprarrenales, enfermedades
metabólicas que incluyen obesidad, diabetes tipo 2, y enfermedades
cardiovasculares. Además, se ha observado que los distintos tipos de cáncer se
desarrollan en tejidos previamente inflamados y que es común que personas
diagnosticadas con cáncer hayan sufrido hace un par de años atrás una fuerte
crisis marcada por el distrés emocional (“De la mente a la célula: impacto del
estrés en la psiconeuroinmunología”, Manolete S. Moscoso, 2009).
El
manejo del estrés es posible a través de un estilo de vida compuesto de
prácticas cotidianas de autocuidado destinadas
a la cuidar y mantener la propia salud, entendida esta como un estado general
de bienestar. En los talleres que desarrollo facilito la toma de
consciencia de este tema, la autoexploración del propio estilo de vida,
prácticas y vivencias de autocuidado, así como generar planes de acción de
mejora y de incorporación de hábitos para el beneficio de la propia salud. Para
esto utilizamos diversos recursos provenientes del Psicodrama, la Biodanza, Mindfulness, técnicas de relajación y meditación, ejercicios de terapias
corporales, entre muchas otras perspectivas y herramientas.
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