lunes, 7 de septiembre de 2009

Efectividad de los programas para varones que maltratan.

Extraido de: Propuesta para el tratamiento en la comunidad de los agresores intrafamiliares.Propuesta desarrollada a petición del Consejo General del Poder Judicial para la discusión de la misma en la Comisión Interinstitucional creada al efecto.Barcelona, 21 de mayo de 1999.Santiago Redondo Illescas y Vicente Garrido Genovés.
En relación con la efectividad de los programas aplicados, los datos de que disponemos nos informan de una efectividad modesta aunque real: en decenas de estudios evaluativos revisados por Saunders y Azar (1989) las tasas de reincidencia -especialmente en agresión física- fueron inferiores en los grupos tratados que en los controles. Los tratamientos fueron, en cambio, menos efectivos para reducir la violencia psicológica. Sin embargo, es verdad que muchos de los programas aplicados hasta la fecha no han sido, por lo general, suficientemente intensos, o muchos sujetos los han abandonado antes de su finalización. Además, los estudios de seguimiento no han tenido tampoco la suficiente duración para comprobar la efectividad a largo plazo. Por todo ello, aunque contamos con programas prometedores, en el futuro deberán aplicarse con mayor integridad y evaluarse de manera más precisa.
Uno de los proyectos más ambiciosos de evaluación de programas para agresores familiares ha sido el desarrollado en Canadá por Lemire et al. (1996) en la Universidad de Montreal. Estos autores han revisado 126 estudios evaluativos y han comparado las peculiaridades y la efectividad de los programas aplicados en la comunidad y de los aplicados en el marco del sistema de justicia (especialmente, dentro de las prisiones). La mayoría de los programas revisados por ellos han seguido el modelo cognitivo-conductual, aunque también se encuentran referencias al análisis feminista de la violencia, y a los modelos psicodinámico y sistémico. Desde una perspectiva histórica, en primer lugar se aplicaron programas en la comunidad y, posteriormente, de éstos se derivaron programas para su aplicación en instituciones correccionales. Entre las conclusiones principales de la revisión de Lemire et al. (1996) figuran las siguientes:
1. En lo concerniente a la voluntariedad o no de los programas de tratamiento, estos autores defienden la necesidad de adoptar una perspectiva realista: es evidente que muchos agresores no reconocen la existencia del problema y no tienen motivación intrínseca para el cambio de conducta. Por ello, en palabras de Lemire et al. (1996), “¡con frecuencia es necesario ayudar a la naturaleza!”. Esto es, confrontar a estos agresores a la necesidad de efectuar cambios en su vida y en su comportamiento participando activamente en un programa de tratamiento. Esta motivación extrínseca puede ser estimulada por la propia pareja, por la familia, por los amigos y, también, por la justicia. Por esta misma postura se decanta Benítez (1999).
2. Los programas correccionales deben dirigirse a atajar tanto la violencia física como la violencia psicológica.
3. Consideran muy importante la implicación de las familias en el marco del programa de tratamiento.
4. Por último, concluyen que muchos programas de tratamiento con agresores familiares están obteniendo resultados prometedores que se concretan en la mejora de sus habilidades prosociales para la vida en pareja y en reducciones significativas de las tasas de reincidencia en el maltrato.

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